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El filósofo británico Jeremy Bentham (1748-1832) gastó su dinero y su tiempo en diseñar un modelo de cárcel circular en cuyo centro se situaba una torre de vigilancia. Desde ella, un guarda podía tener de un vistazo una panorámica visual de todas las celdas y sus ocupantes. Lo llamó Panopticon. Más de siglo y medio después, el Gobierno británico ha hecho del Reino Unido su cárcel y de la política antiterrorista su torre de vigilancia.
Los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres iniciaron un cambio en la vida cotidiana de los británicos. El Ministerio de Interior basa la lucha antiterrorista en la vigilancia indiscriminada y la prevención. En teoría, lo primero hace posible lo segundo: evitar atentados. En la práctica, las dos cosas convierten en sospechosos a todos los ciudadanos. El Ministerio lanzó una campaña el pasado mes de marzo con el eslogan: "No confíes en nadie. Si ves o escuchas algo sospechoso, comunícalo a la Policía".
Lo más visible de la monitorización son las cámaras, algunas capaces de detectar por el gesto si alguien va a cometer un delito. El profesor Clive Norris, del departamento de criminología de la Universidad de Sheffield, dice: "En el Reino Unido puede haber unos 4,2 millones de cámaras. Una cifra superior a cualquier otro país en el mundo, con la posible excepción de China. Es una cámara por cada 14 ciudadanos".
Un autobús de Londres lleva diez cámaras de seguridad; en un trayecto desde la estación de BethnalGreen hasta el nuevo centro comercial de White City, Público comprobó que cualquier persona puede ser grabada por 63 cámaras. El Ayuntamiento de Wyre, en el noroeste de Inglaterra, incorporó cámaras en sus perros policías para grabar y multar a las personas que no recogieran los excrementos de sus perros.
Todas las grabaciones, desde el tráfico hasta las del metro, acaban en una base de datos. El Gobierno almacena datos privados de todo tipo. Gracias a la política del formulario, cualquier ayuntamiento de Londres sabrá, por ejemplo, si su habitante X es homosexual o heterosexual porque al pedir un cubo de basura debe proporcionar esa información. Esos datos pueden acabar en manos incorrectas. La Oficina de Información detectó 319 casos de pérdida de datos confidenciales en el último año.
Quienes apoyan la vigilancia institucional dicen que, si no haces nada malo, no tienes de qué preocuparte. Pero está el asunto de la prevención. Este año, la Policía Metropolitana londinense colgó en Internet una nueva herramienta de denuncia: el mapa de la delincuencia on-line. Cualquier ciudadano puede alertar de la presencia de un sospechoso en su barrio.
La Cámara de los Lores avisó recientemente de que "el gran aumento de la videovigilancia y el almacenamiento de datos por el Estado y otras organizaciones corre el riesgo de terminar con la privacidad y la libertad individual tan necesarias para la democracia". Con estas medidas la sociedad británica, una de las más liberales del planeta, protagoniza la versión más exagerada del Gran Hermano orwelliano.
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